lunes, 10 de febrero de 2014

No hay que ser de la realeza.

Se están amarillentando nuestros sentimientos de no usarlos. Ya no quedan emociones.

Descomprimimos todas las teorías para poder retozar en la incertidumbre, pero sin cargo de conciencia. A la par que millones de microolores, micropensamientos, nos ponen la piel de gallina.

No termina el día sin hacer repaso a los recuerdos. A todo yo, que soy un recuerdo. El errar es por costumbre.

Si las paredes de nuestros cerebros pudieran hablar, callarían. Como nosotros. 

Nuestra vida será recordada como la vida que no quiso ser recordada. 

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