viernes, 1 de febrero de 2013

Instintos primarios.

Ella siempre está ocupada. 

Una ella. Ahora tiene un novio y tú aún no te desatornillas. Te reafirmas viviendo en el sufrimiento de las tintas de su piel. Esas horribles formas.

Mientras, la otra ella, la tuya, pone excusas de cateto a la incertidumbre. Lleva vestidos de día y tiene un gran trabajo. Oh, el trabajo está tan sobrevalorado... Pero eso tú no lo ves. Sólo buscas su carmín y la idea de la idea de lo ideado del amor ideal. 

La tercera ella es la que no existe. La que no se menta. Es la otra. La que siempre va peinada y frunce el ceño. Y ríe. Y llora. Y resopla.

Todos los ellos son iguales. No me gustan. Pierden el tiempo y se enredan. No usan gala; ni manta. 

Ambigüedad para la culpa de las conciencias. 

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